Un día
más sin nombre, el Sol despuntaba tiñendo las sombras de luz. Como cada mañana,
mascarilla y guantes, en aquel extraño mundo de un futuro sacado de alguna película,
cogió el coche y condujo solitario fuera del pueblo hasta las tierras de labor.
Allí, sin
esperar a nadie, sin conciencia de lo que ocurría más allá de sus raíces, las
alcachofas seguían creciendo y necesitando riegos y cuidados.
La
promesa de una flor, que es su fruto cerrado en un puño al cielo, aun es tan
sólo el rumor de lo que pronto se alzará en la plantación. Cuando llegue el día
de la cosecha quién sabe qué habrá sido del mundo, pero la esperanza de un día
más conmina a seguir trabajando, a seguir cuidando de ellas, para que llegado
el día, o no, con su trabajo y tesón la vida no se pare.
Volvió
ahora sus miras al campo de coles. El rocío de la mañana brillaba en sus hojas.
Una ligera lluvia se dejó caer por un instante lo suficiente para embarrarlo
todo. Cuchillo en mano, el recio hortelano, comenzó a cortar coles, empapado,
aun a sabiendas de que, a pesar de los tiempos que corrían, muchas de ellas
quedarían sin venderse, si es que podría decirse que las que sí lo hacían
supusieran una buena venta. Pero de algo, aunque sea poco, hay que vivir, y más
cuando de tu trabajo dependen muchos más.
Todo
arreglado en el campo, colocó la cuba al tractor y llena de agua y productos de
desinfección, como haría con sus alcachofas y sus coles, se dirigió a las
calles de su pueblo a hacer frente a aquella maldita plaga que tanto dolor
estaba causando.
Apuntando
el cañón de su tanque al mortífero enemigo, disparó una y otra vez, batallando
como cada día, callejeando en una guerra de guerrillas, escondiendo bajo la
inexpresión de su áspero rostro la imagen de su familia, de sus vecinos, de la
humanidad entera brillando en sus ojos.
Tras las
cortinas de ventanas y balcones, sus conocidos aplauden en silencio. Más allá,
su fruto sigue malvendiéndose, mientras a un mundo pausado da sustento. Y es
que aunque en el tiempo parezca anclado, nunca para el campo, siempre en
movimiento.
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